15/5/07

El “derecho a la ignorancia
que defendía Epicuro,
sólo los ignorantes son incapaces de entenderlo,
convencidos de que la flor de mañana
se abrirá primero que la que tienen en sus manos;
los hombres cotidianos no se inmutan,
mejor frenar la reflexión
que voltear el mundo al revés.

Azuzar los hechos
es como escarbar con la mano
dentro de un avispero.
En la Quimera de abrir los ojos,
el poeta requiere un escenario histérico
para explicar esta locura de las cosas,
la absurdidad del mundo.

Cuando no funciona su sentido literario,
los resortes del mundo saltan por ningún lado.
El “escenario histérico” es un ardid del poeta
para procurar que lo que nos incumbe
de los horizontes estéticos
no desborde la significación.

Un ano de Dalí, que grita estentóreo,
es un recurso, en cierto modo,
para reunir el ser de la síntesis en la dispersión,
que las confusiones de finalidad
que suceden cuando dejamos un camino por otro;
no nos dejen fuera de la idea de “mundo”,
de su margen de verosimilitud.
En La Incertidumbre del Polvo
del poeta y filósofo Dyma Ezban,
la interrogante se estremece
como una espalda arrancada de su individuo,
¿en qué dirección se estiró el tiempo para los griegos?,
¿qué perfil interrogaron que nos dejó las cosas ladeadas?
Como Hércules al echar las costas al mar,
él que llevó la tierra sobre sus espaldas
puede hacer que se rindan las puertas del Habla.
Fundar patria en el lenguaje
requiere de una curiosa metáfora marítima:
“no hacer olas” en el océano del discurso.
Salirse del dogma de Occidente es quedarse sin ser,
no existir más entre los vivos,
meras sombras errantes,
mareadas ánimas en pena sin destino, sin Logos.
Para existir hay que entrar en la adopción
de esa especie ideológica
que nos confiere el don de rapiña;
esperar a que saquen al muerto
de las telarañas del recuerdo
para ver qué cara pone, qué nos recuerda,
por dónde nos aconseja regresar:
irnos de paso a buscar en la Historia
la superación del nihilismo.

Educado en la zorrería de las sutilezas,
durante siglos de sumisión,
el latinoamericano tropieza
involuntariamente con su trasero.
Sólo si la pregunta
se pone de nalgas a la situación
tenemos idea clara de las cosas,
caras de humor hilarante, desenfrenado.
Cuando la realidad es original
en el plagio de nosotros mismos
no hay problema para mudar de papel;
colgar la púrpura en el buró
como el rey de Ítaca
y ponerse el traje de bufón.

Lo que La Incertidumbre del Polvo
pone en huelga es todo esto incongruente,
lo excluido de la claridad.
Que la Crítica no encuentre orillas
es la condición ideal del lenguaje
para no interferir el hacer del logos;
siempre que se destornille el Signo de Interrogación,
que la idea halle salida en los límites de las cosas,
no en las palabras.

Lo que el autor busca en la domesticación de las curvas,
se prevé, no es anclarse en el ahí,
si no retardar todo el hueso en la danza
como las hermosas nativas de las costas de Salamina,
el espinazo libre, radiante, como los delfines de Ixtapa,
las sirenas de Quíos, los manatíes de Chetumal.


Mtro. Gabriel MÁRQUEZ DE ANDA